lunes, 2 de enero de 2012

Extracto de “Los ejércitos de la noche” Norman Mailer

Extracto de “Los ejércitos de la noche”
Norman Mailer

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No había duda. Todos los sanos marines, policías montados, atletas profesionales, estrellas de cine, campesinos pobres del sur, sensuales mafiosos amantes de la vida, polizontes, cierto proletariado, funcionarios municipales, amables políticos de aspecto lozano y proclives al soborno, tienen la mirada llena de luz (¿es la mariguana?) de la vida que disfrutan… Si, ellos estarían a favor de la guerra del Vietnam. Y, alineada contra ellos, una tropa encallecida, ¡toda una elite!: rescoldos de marxismo contaminado de freudismo, estratos de la genuina y vieja inquietud norteamericana: la clase media urbana, con sus generalizados y descomunales resentimientos adenoideos, su secreto amor esclavos por la venidera hegemonía del ordenador y los suburbios residenciales, si, ellos y sus hijos, por pura ironía, por pura ineptitud, por las chifladuras de la historia, se veían ahora abocados a posiciones cada vez mas militantes, a una resistencia ante la guerra que era vana –y en cierto modo consolidada- mezcolanza de pacifismo y comunismo de salón. Y sus hijos embarcados ahora en una escapada freaky desde los suburbios residenciales para una concentración “de amor” ante la fachada del pentágono.
Era en estos hijos en quienes Mailer tenia puesta cierta esperanza (una esperanza un tanto sombría). Estos dementes hijos de la clase media, lobotomizados de toda conciencia de pecado, con su malversación nihilista del os fondos morales de su clase, su inocencia, su avidez de apocalipsis, su increíble indiferencia ante el derroche: veinte generaciones de esperanzas enterradas, tal vez grabadas en sus cromosomas, ahora probablemente ardiendo como haces secos en los secretos fuegos inquisitoriales del LSD…, droga diabólica, concebida por el maligno para consumir el amor de los mejores, para arruinarles el hígado y dejarlos como malas hierbas de la gran urbe. De haber habido allí una maquina de discos, Mailer hubiera metido medio cuarto de dólar para escuchar “En el corazón de la ciudad que no tiene corazón”.
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