miércoles, 8 de agosto de 2012

Charles Baudelaire, Cuadros Parisienses, Paisaje

Charles Baudelaire, Cuadros Parisienses

PAISAJE

Yo quiero, para componer castamente mis églogas,
Acostarme cerca del cielo, como los astrólogos,
Y vecino de los campanarios, escuchar soñando
Sus himnos solemnes arrastrados por el viento.
Las dos manos bajo el mentón, desde lo alto de la bohardilla,

Yo veré el taller que canta y que charla;
Las chimeneas, los campanarios, esos mástiles de la cité,
Y los amplios cielos que hacen soñar con la eternidad.

Es grato, a través de las brumas, ver nacer
Las estrellas en el azur, la lámpara en la ventana,
Los vahos del carbón trepar al firmamento
Y la luna volcar su pálido encantamiento.
Yo veré las primaveras, los estíos, los otoños,
Y cuando llegue el invierno de las nieves monótonas,
Cerraré por todas partes portezuelas y postigos
Para edificar en la noche mis feéricos palacios.
Entonces soñaré con horizontes azulados,
Jardines, surtidores llevando en los alabastros,
Besos, pájaros cantando noche y día,
Y todo cuanto el Idilio tiene de más infantil.
El Motín, atronando vanamente en mi ventana,
No hará levantar mi frente de mi pupitre;
Porque estaré sumergido en esta voluptuosidad
De evocar la Primavera con mi voluntad,
Extraer un sol de mi corazón, y hacer
De mis pensamientos ardientes una tibia atmósfera.

Adorno, “mensajes en una botella”

Adorno, “mensajes en una botella”

VII

Acércate más. La escisión entre lo exterior y lo interior, en la que le sujeto se ve obligado a sentir el dominio del valor de cambio, afecta también la supuesta esfera de la proximidad, incluso de aquellas relaciones que no incluyen intereses materiales. Cada una de ellas tiene una historia doble. El echo de que, como si fueran un tercero entre dos personas, prescindan de la interioridad y se objetiven en formas, hábitos, costumbres les confiere resistencia. Su seriedad y responsabilidad implican no ceder ante cualquier impulso, sino hacerse valer y reafirmarse como algo sólido y constante oponiéndose a la psicología individual. Sin embargo, eso no logra abolir lo que sucede en cada individuo: no solo estados de ánimo, inclinaciones y advecciones, sino sobre todo reacciones a la conducta del otro. Y la historia interior afirma sus derechos con mayor intensidad cuanto menos discernibles se tornan lo interior y lo exterior. El miedo al secreto deterioro de las relaciones casi siempre se origina en que las personas involucradas sienten, real o supuestamente, que las cosas son “demasiado difíciles”. Son demasiado débiles ante la realidad, que las sobre exige por todos lados, y no consiguen reunir la determinación amorosa necesaria para sostener la relación amorosa puramente por si misma. En el campo de la utilidad, cada relación valiosa de los seres humanos adquiere un aspecto suntuario. En realidad nadie puede afrontarla, y el resentimiento que eso causa se revela en las situaciones críticas. Como cada un de los miembros sabe que es imprescindible un grado de realidad incesante, un momento de flaqueza parece derrumbarlo todo. Y ese sentimiento persiste incluso cuando la forma objetiva de la relación se cancela. La ineludible realidad de lo interior y lo exterior incide precisamente sobre las relaciones autenticas, afectivamente cargadas. Si el sujeto esta profundamente involucrado, y el aspecto exterior de la relación le impide, con buenas razones, consentir sus impulsos, la relación se convierte en permanente sufrimiento y corre peligro. La absurda significación que se concede a trivialidades como una llamada telefónica que no se atiende, un saludo poco entusiasta, una expresión manida es manifestación de una dinámica interior reprimida en otros aspectos, y es una amenaza para la concreción objetiva de la relación. Los psicólogos pueden condenar el miedo y el shock de esos momentos tildándolos de neuróticos, señalando su desproporción con respecto al peso objetivo de la relación. Cualquiera que se asusta tan fácilmente es por cierto “poco realista”, y su dependencia de los reflejos de su propia subjetividad delatan un mal nivel de adaptación. Pero solo cuando uno responde a la inflexión de la voz de otro con desesperación, la relación es tan espontánea como debería ser entre personas libres, aunque por esa misma razón se convierta en un tormento que, mas aun, cobra cierto aire de narcisismo por su fidelidad a la idea de proximidad, por su impotente protesta contra lo frío e insensible. La reacción neurótica es precisamente la que acierta al revelar el verdadero estado de cosas, mientras que la reacción adaptada a la realidad ya da por sentada la muerte de la relación. La eliminación de la oscuridad y la impotencia de los afectos humanos están en proporción directa con los avances de la deshumanización.

Alfoncina Storni, seleccion de poemas


Alfoncina Storni, seleccion de poemas
 

                     UN DIA
ANDAS por esos mundos como yo; no me digas
Que no existes, existes, nos hemos de encontrar;
No nos conoceremos, disfrazados y torpes,
Por los anchos caminos echaremos a andar.
No nos conoceremos, distantes uno de otro
Sentirás mis suspiros y te oiré suspirar.
¿Dónde estará la boca, la boca que suspira?
Diremos, el camino volviendo a desandar.
Quizá nos encontremos frente a frente algún día,
Quizá nuestros disfraces nos logremos quitar.
Y ahora me pregunto... Cuando ocurra, si ocurre,
¿Sabré yo de suspiros, sabrás tú suspirar?


                DOS PALABRAS
ESTA noche al oído me has dicho dos palabras
Comunes. Dos palabras cansadas
De ser dichas. Palabras
Que de viejas son nuevas.
Dos palabras tan dulces, que la luna que andaba
Filtrando entre las ramas
Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
Que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
Moverme para echarla.
Tan dulces dos palabras
-Que digo sin quererlo -oh qué bella, la vida-
Tan dulces y tan mansas
Que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.
Tan dulces y tan bellas
Que nerviosos mis dedos,
Se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
Cortar estrellas.


              FRENTE AL MAR
OH MAR, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.
Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
"Piedad, piedad para el que más ofenda".
Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.
¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.
Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.
Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.
Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.
Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza,
¡Aire de mar!... ¡Oh tempestad, oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.
Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y equivoca
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso!
Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.


LA QUE COMPRENDE
CON LA CABEZA negra caída hacia adelante
Está la mujer bella, la de mediana edad,
Postrada de rodillas, y un Cristo agonizante
Desde su duro leño la mira con piedad.
En los ojos la carga de una enorme tristeza,
En el seno la carga del hijo por nacer,
Al pie del blanco Cristo que está sangrando reza:
-¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!


E L E N G A Ñ O
SOY TUYA, Dios lo sabe por qué, ya que comprendo
Que habrás de abandonarme, fríamente, mañana,
Y que, bajo el encanto de mis ojos, te gana
Otro encanto el deseo, pero no me defiendo.
Espero que esto un día cualquiera se concluya,
Pues intuyo, al instante, lo que piensas o quieres.
Con voz indiferente te hablo de otras mujeres
Y hasta ensayo el elogio de alguna que fue tuya.
Pero tú sabes menos que yo, y algo orgulloso
De que te pertenezca, en tu juego engañoso
Persistes, con aire de actor del papel dueño.
Yo te miro callada con mi dulce sonrisa,
Y cuando te entusiasmas, pienso: no te des prisa,
No eres tú el que me engaña; quien me engaña es mi
[sueño.


REGRESO EN SUEÑOS
BOCA perdida en el vaivén del tiempo;
detrás de los paisajes escondida;
boca hacia atrás huyente en el espacio;
boca muerta que fuiste boca viva:
Torbellinos de rostros te apagaron,
tú, que eras rosa ya palidecida;
bloques de casas, cielos circulantes,
telones fueron a velarte esquiva.
Alguna vez la punta de la llama
pintó en el aire la ligera estría
de tu boca atersada a finos verbos:
seda en la seda, flor más florecida.
O levanté la mano para asirte
en la nube traslúcida que lucía
acuchillada del cuchillo mismo
que parte en dos la ya palidecida.
Y a veces, en el fondo de otra boca,
flor de agua pura aún mas verdecida,
hube de hallarte. Mas se abrió tu boca
como la sal al viento en las salinas...
Pero anoche, ¿de dónde regresaste?
¿De tumbas de agua? ¿De raíz nutrida
en anchos bosques? ¿De trasmundos malva?
¿Qué cadenas de seres te fue guía?
Cortaste los paisajes y los rostros,
los circulantes cielos en huidas,
bloques de casas, hojarasca de horas,
y me hallaste no muerta, que dormida.
Pájaro de aire, reposó la boca
sobre la boca mía anochecida.
Mas no era boca. A musgo, macerado
en los soles de Dios, se parecía.

 RUEGO A PROMETEO
AGRANDAME tu roca, Prometeo;
entrégala al dentado de la muela
que tritura los astros de la noche
y hazme rodar en ella, encadenada.
Vuelve a encender las furias vengadoras
de Zeus y dame látigo de rayos
contra la boca rota, mas guardando
su ramo de verdad entre los dientes.
Cubre el rostro de Zeus con las gorgonas;
a sus perros azuza y los hocicos
eriza en sus sombríos hipogeos:
He aquí a mi cuerpo como un joven potro
piafante y con la espuma reventada
salpicando las barbas del Olimpo.







jueves, 2 de agosto de 2012

ERNEST HEMINGWAY, PARIS ERA UNA FIESTA. SHAKESPEARE AND COMPANY (fragmento)

ERNEST HEMINGWAY, PARIS ERA UNA FIESTA. SHAKESPEARE AND COMPANY (fragmento)

 Iremos juntos. Y luego pasearemos por el río siguiendo los muelles.
—Iremos por la rué de Seine y entraremos en todas las exposiciones y miraremos los escaparates.
—Estupendo. Podemos ir a cualquier parte y nos metemos en un café nuevo donde nadie nos conozca y tomaremos una copa.
—Podemos tomar dos copas.
—Entonces también podemos cenar en alguna parte.
—Eso no. No olvides que hay que pagar en la librería.
—Bueno, volveremos y cenaremos aquí y tendremos una buena cena y para beber compraremos vino de Beaune de ese de la cooperativa de enfrente que marca el precio en el escaparate. Y luego leeremos un rato y nos iremos a la cama y haremos el amor.
—Y yo te querré siempre a ti y tú siempre a mí.
—Siempre. Y a nadie más.
—Seremos felices toda la tarde y toda la noche. Y ahora vamos a almorzar.
—Estoy muerto de hambre —dije—. He estado trabajando en el café y no he tomado más que un cortado.
—¿Qué tal el trabajo?
—Me parece que bien. Veremos. ¿Qué hay para comer?
—Unos rábanos, y un buen foie de veau con puré de patatas y escarola. Y tarta de manzana.
—Y tendremos para leer todos los libros del mundo y cuando nos marchemos de viaje nos los podremos llevar.
—¿Hay derecho a hacer eso?
—Claro que sí.
—¿Tiene también a Henry James?
—Claro que sí.
—Hombre —dijo ella—. Qué suerte encontrar eso.
—Siempre estamos de suerte —dije, y como un necio no toqué madera. Y en un piso que tenía madera por todas partes.

HÖLDERLIN , BORRADOR DE UNA CARTA EN FRANCÉS

BORRADOR DE UNA CARTA DE HÖLDERLIN EN FRANCÉS

Ah, querido, en qué estado estaba mi alma después de haberme separado de ti; al principio
maldije a todo el mundo, dije con Fiesco: querría satisfacer mi resentimiento inexorable,
querría desgarrar con mis uñas el mundo entero para hacer un monstruo de él..., pero pronto se
desvaneció el furor. Desapareció mi violento odio, al que siguió una aceptación serena hacia
todos los hombres, olvidé todas las injurias que había sufrido por su sagacidad a causa de las
faltas de los otros; sí, yo los menospreciaba por sus eternos caprichos, por su inagotable sed de
oro; sí, lo olvidé, yo me parecía al león que contempla al ratón a sus pies sin herirle porque es
demasiado grande para enfadarse con él. Dejé esta tierra tan pequeña, emprendí el vuelo hacia
las estrellas, pasando sobre cimas de montañas antes tan caras a mi corazón sangrante. No
solamente los males de la tierra me parecían pequeños y poco importantes; incluso sus alegrías
no eran para mí más que golosinas hechas para niños y no para Dioses, y el hombre es un dios
si quiere serlo. Pero he aquí a los hombres que se abandonan a la desesperación, plenos de
incredulidad en cuanto a la naturaleza humana y tan débiles, en fin... No, no quiero hablar más
de ello, no quiero caer de mi cielo, no quiero privarme de esta felicidad que me transporta, de
esta sangre tan calma que corre por mis venas; no quiero soñar más con el pasado, e incluso si
tuviera un gran deseo de ello, recordaría a lo sumo las flores que el carro de la Fortuna ha
dejado escapar sobre mi camino; no quiero leer en la historia de mi vida sino las hojas que
contienen mi felicidad. No es cierto, hermano; crees que mis pensamientos, mis sentimientos ya
no son de este mundo; creo que estoy maduro no para la paz muerta de la tumba, sino para una
vida más feliz, más tranquila que ésta; incluso espero no estar largo tiempo ya sobre esta tierra,
de la que ni siquiera las alegrías me atraen; espero que las tijeras fatales de la Parca vengan a
cortar el hilo de mi vida, y en verdad puedo decir que espero el fin con tranquilidad, incluso
con placer y con alegría. Adiós, hermano; quizá sea la última vez que escuchas mi voz; recibe
las bendiciones de un alma a la que restituiste la calma con tu amistad y con tu bondad y el
último adiós de tu H...