sábado, 31 de diciembre de 2011

André Breton Antologia del humor negro


André Breton

Antologia del humor negro

Charles baudelaire (1821-1867)

El humor de Baudelaire forma parte integrante de su concepción de dandysmo. Es sabido que, para el, “la palabra dandy implica una quintaesencia del carácter y una sutil inteligencia de todo el carácter moral de este mundo”. Nadie mejor que él se a preocupado de definir el humor en oposición a la alegría trivial o al sarcasmo corrosivo en los cuales suele reconocerse el “sprit français”. Coloca a Moliere a las cabezas de las “ridículas religiones modernas”; Voltaire es “el antipoeta, el rey de los necios, el predicador de las porteras, el príncipe de los superficiales, el antiartista, el tío Gigogne de los redactores del Siecle”. El dandy se siente dividido entre la preocupación narcisista por sus actitudes y sus actos (“debe aspirar a ser sublime ininterrumpidamente, debe vivir y morir ante su espejo”) y el deseo de provocar ante su paso un largo rumor desaprobador (“lo que tiene de fascinante el mal gusto, es el placer aristocrático de disgustar”). En Baudelaire, los cuidados de tocador testimoniarían por si solos aquella toma de posición que prevalecerá sobre todas las vicisitudes de la fortuna, de los guantes rosa-palido de su juventud fastuosa, a travez de la peluca verde exhibida en el Café-Riche, hasta el boa de plumas escarlata, adorno supremo de los días infortunados. Sus insultos, sus fantasiosas confidencias en publico obedecen a un deseo de chocar, de molestar, de sorprender (a quemarropa a Nadar: “¿no probaría con migo los sesos de los niños? Deben tener como un gusto a avellana”; a un transeúnte que acaba de rechazarle fuego para no hacer caer la ceniza de su cigarro “ perdón, señor, ¿seria tan amable de decirme su nombre? – me gustaría conocer el nombre del hombre que quiere conservar sus cenizas”; a un burgués que elogiaba los méritos de sus dos hijas “¿Y a cual de ambas jóvenes destina a la prostitución?” a una joven en una cervecería “Señorita, usted que esta coronada por espigas de oro y me escucha con dientes tan bonitos, me gustaría morderla… me gustaría atarle las manos y colgarla por las muñecas del techo de mi habitación; entonces me arrodillaría y besaría sus pies desnudos”). Consagra su vida a lo que la mayoría de los hombres entendería como imágenes de pesadilla “sus amores, puede leerse en Le Gaulois del 30 de septiembre de 1886, tuvieron por objeto mujeres fenómenos. Pasaba de la enana a la giganta, y reprochaba a la Providencia que negara la salud a aquellos seres privilegiados. Había perdido varias gigantas de tisis y dos enanas de gastritis. Al contarlo, suspiraba, se postraba en un profundo silencio y terminaba así, “una de estas enanas media solamente setenta y dos centímetros, en este mundo no se puede tenerlo todo, murmuraba filosóficamente”. De grado o a la fuerza, es preciso convenir, en que Baudelaire cuido particularísimamente este lado de su personaje, que persistió –este lado parece haber escapado milagrosamente al naufragio final-, que en cierta forma se sublimo en el curso de los años de decadencia intelectual que precedieron a su muerte. “cuando se miro al espejo, no se reconoció y saludo”; sus ultimas palabras, interrumpiendo un silencio de varios meses, fueron para pedir en la mesa, con la mayor naturalidad del mundo, que le pasaran la mostaza. El humor negro, en Baudelaire, revela por esta parte su pertenencia al fondo orgánico del ser. No tener en cuenta esta disposición electiva o pasarla por alto con indulgencia equivale a no comprender nada de su genio. Corrobora toda la percepción estética sobre la que descansa su obra, y desarrolla, en relación estrecha con ella, sobre el plan poético, la serie de preceptos que conmoverán toda la sensibilidad ulterior. “contar pomposamente cosas cómicas. – la irregularidad, es decir, lo inesperado, la sorpresa, la admiración son una parte esencial y la característica de la belleza. – dos cualidades literarias fundamentales: sobrenaturalismo e ironía. – la mezcla de lo grotesco y lo trágico es agradable al espíritu, como las discordancias a los oídos blasés. – imaginar un argumento para una bufonada lirica y mágica, para una pantomima, y traducir eso en una novela seria. Ahogar el todo en una atmosfera anormal y soñadora en la atmosfera de los grandes días… región de la poesía pura” (Fusées)

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