Hermann Hesse, El Lobo Estepario (fragmento)
La inmensa mayoríade los intelectuales, la mayor parte de los artistas pertenecen a este tipo. Únicamente los más vigorosos de ellos traspasan la atmósfera de la tierra burguesa y llegan al
cosmos, todos los demás se resignan o transigen, desprecian la burguesía y pertenecen
a ella sin embargo, la robustecen y glorifican, al tener que acabar por afirmarla para
poder seguir viviendo. Estas numerosas existencias no llegan a lo trágico, pero sí a un
infortunio y a una desventura muy considerables, en cuyo infierno han de cocerse y
fructificar sus talentos. Los pocos que consiguen desgarrarse con violencia, logran lo
absoluto y sucumben de manera admirable; son los trágicos, su número es reducido.
Pero a los otros, a los que permanecen sometidos, cuyos talentos son con frecuencia
objeto de grandes honores por parte de la burguesía, a éstos les está abierto un tercer
imperio, un mundo imaginario, pero soberano: estos mártires perpetuos, a los cuales les
es negada la potencia necesaria para lo trágico, para abrirse camino hasta los espacios
siderales, que se sienten llamados hacia lo absoluto y, sin embargo, no pueden vivir en
él: a ellos se les ofrece, cuando su espíritu se ha fortalecido y se ha hecho elástico en el
sufrimiento, la salida acomodaticia al humorismo. El humorismo es siempre un poco
burgués, aun cuando el verdadero burgués es incapaz de comprenderlo. En su esfera
imaginaria encuentra realización el ideal enmarañado y complicado de todos los lobos
esteparios: aquí es posible no sólo afirmar a la vez al santo y al libertino, plegando los
polos hasta juntarlos, sino comprender además en la afirmación al propio burgués.
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