martes, 21 de febrero de 2012

Charles Bukowski

Charles Bukowski

No tenemos dinero, tesoro, pero tenemos lluvia


Llámenle efecto invernadero o lo que sea
pero, simplemente, ya no llueve
como antes.
Recuerdo en particular las lluvias de
la época de la depresión.
No había nada de dinero pero había
mucha lluvia.
No llovía sólo una noche o
un día.
LLOVÍA 7 días y 7
noches
y los sumideros de Los Ángeles
no estaban hechos para tragar tanta
agua
y la lluvia caía GRUESA,
MALVADA y
CONSTANTE
y se OÍA como golpeaba contra
los tejados y en el suelo
cataratas de agua caían desde los tejados
y muchas veces GRANIZABA
gruesos GRANOS DE HIELO
como bombas
que explotaban
y se estrellaban contra las cosas
y la lluvia,
simplemente, no
CESABA
y todos los tejados tenían goteras.
Cacerolas,
pucheros
por todas partes;
goteaba ruidosamente
y había que vaciarlos
una y otra
vez.
La lluvia alcanzaba los bordes de las veredas,
invadía el césped, subía por las escaleras y
entraba en las casas.
Había trapos de pisos y toallas
y la lluvia muchas veces llegaba a los
retretes, burbujeando, marrón, enloquecida,
en remolinos
y los coches viejos estaban en las calles,
coches a los que les costaba arrancar hasta en
días soleados.
Y los hombres que se habían quedado sin trabajo
miraban por la ventana
a sus viejas máquinas que morían
como objetos vivos
allá afuera.
Los desocupados,
fracasados en época de fracasos,
estaban prisioneros en sus casas con sus
esposas, sus hijos
y sus
mascotas,
que se negaban a salir
y dejaban excrementos en
lugares impropios.
Los desocupados se volvían locos
confinados con
sus mujeres, en otro tiempo hermosas.
Había terribles peleas
mientras las notificaciones con desahucio
caían en los buzones.
Lluvia y gritos, latas de porotos,
pan sin manteca, huevos
fritos, huevos duros, huevos
escalfados, bocadillos de
manteca de maní y un pollo
invisible
en cada puchero.
Mi padre, jamás un buen hombre
en el mejor de los casos, le pegaba a mi madre
cuando llovía,
y yo me metía entre ellos,
piernas, rodillas,
gritos
hasta que
se separaban.
"Te voy a matar" le gritaba yo
a mi padre, " si le volvés a pegar,
te mato".
"Sacá a este pendejo
hijo de puta del medio"
"No Henry, quedate
con tu mamá".
Todas las familias sufrían
pero creo que la nuestra
estaba sometida a un terror
mayor que la media.
Y por la noche
cuando intentábamos dormir
la lluvia seguía cayendo
y en la cama
en la oscuridad
al mirar la luna contra
la ventana rajada
que impedía que entrara
la mayor parte de la lluvia
yo pensaba en Noé y en el
Arca
y pensaba que el diluvio
había vuelto
todos lo
pensábamos.
Y después de pronto
paraba.
Parece que siempre
paraba
a eso de las 5 o 6 de la madrugada,
que paz entonces,
pero no exactamente silencio
porque las cosas seguían haciendo
ping
ping
ping
y ya no había niebla
y a las ocho de la mañana
había una
ardiente luz amarilla
- de un amarillo Van Ghog-
loca, cegadora
y después
los desagües del tejado
aliviados del caudal de
agua
empezaban a expandirse con
el calor
PANG PANG PANG
y todo el mundo se levantaba
y miraba afuera,
todo el césped
empapado,
más verde,
y allí estaban los pájaros
sobre el césped
PIANDO como locos,
no habían comido decentemente
durante 7 días y 7 noches
y estaban hartos de
bayas y
esperaban que los gusanos,
gusanos casi ahogados,
salieran a la superficie.
Los pájaros
tiraban de ellos para arriba
y se los echaban garganta abajo;
había mirlos y gorriones,
pero éstos
enloquecidos por el hambre,
más pequeños y más rápidos,
conseguían su
propósito.
Los hombres estaban de pie en sus porches
fumando cigarrillos,
y sabían
que había que salir
a buscar empleo
que probablemente no
existía, que había que arrancar ese coche
que probablemente no
arrancaría.
Y las en otro tiempo hermosas
mujeres
estaban en cuartos de baño
peinándose,
maquillándose,
intentando recomponer
su mundo,
intentando olvidar esa
terrible depresión que
las atenazaba,
preguntándose qué podrían
preparar para
el desayuno.
Y en la radio
nos decían que
la escuela ya había
abierto
y
poco después
allí estaba yo
de camino a la escuela,
enormes charcos en las
calles,
el sol como un nuevo
mundo
mis padres de vuelta en aquella
casa,
y yo llegando a clases
en punto.
La señora Sorenson nos recibió
con un " no tendremos
recreo, como siempre el patio
está demasiado encharcado"
"OHHHH", dijo la mayoría
de los chicos.
"Pero vamos a hacer algo especial
a la hora
del recreo", continuo diciendo
"y va a ser divertido."
Bueno, todos nos preguntábamos
en qué consistiría
y las dos horas de espera
mientras la señora Sorenson
iba impartiendo
sus lecciones
se nos hicieron largas.
Yo miraba a las
nenitas, tan lindas
todas, tan limpias y
atentas,
sentadas quietas y
derechas
y su pelo era
hermoso
bajo el sol
de California.
Después sonó la campana del recreo
y todos esperábamos
la diversión.
Entonces la señora Sorenson nos
dijo:
"ahora lo que vamos a hacer
es contarnos
unos a otros lo que hicimos
durante la tormenta.
Vamos a empezar
por la primera
fila y después con las siguientes
Michael vos
empezás."
Bueno empezamos a contar
nuestras historias. Michael empezó
y siguió otro y después otro,
enseguida nos dimos cuenta de que
todos estábamos mintiendo, no
exactamente mintiendo, algún chico
empezó a reírse y alguna chica
empezó a lanzar
miradas aviesas y
la señora Sorenson dijo:
"Bueno
¡Un poco de silencio!
A mí me interesa lo que
hicieron
durante la tormenta
aunque a ustedes
no."
Así que tuvimos que contar nuestras
historias, y eso si que eran
historias.
Una nenita dijo que
cuando salió el arco iris
la primera vez
había visto el rostro de Dios
en uno de los extremos.
Pero no explicó
en cual.
Un nene dijo que había sacado
la caña de pescar
por la ventana
y había sacado un
pescadito
y se lo había dado a su
gato.
Casi todo el mundo contó
mentiras
la verdad era simplemente
demasiado espantosa y
embarazosa
de contar.
Y después sonó la campana,
el recreo
había terminado.
"Gracias", dijo la señora
Sorenson, "estuvo muy
bueno"
mañana el patio
estará seco
y podremos utilizarlo
de nuevo"
La mayoría de los chicos
aplaudió
y las nenitas
siguieron sentadas
derechas,
quietas,
tan lindas,
limpias y
atentas,
con sus cabellos hermosos
bajo un sol que
el mundo
no volvería a ver jamás.